Mas…turbaciones mentales. Serie semanal
Por Gilberto Castrejón
Doctor en Filosofía de la Ciencia
Twitter: @gil_castrejon
Existe un fenómeno muy característico de estas llamadas sociedades de la información y la comunicación, pues si bien, los “discursos de verdad” generalmente siempre han sido producto de aquellos grupos hegemónicos, actualmente hemos asistido a una especie de dispersión de los espacios de proliferación de dichos discursos, tal que podemos identificar una característica muy específica de los ahora autoproclamados “discursos de verdad”: la denuncia. Menciono lo anterior sobre todo en relación con el hecho de que, aparentemente, debido a que en la actualidad todos poseemos ciertos espacios donde es posible expresarnos, de manera que muchos pueden opinar sobre algo, además de compartirlo, comunicarlo…, en muchos de los casos, ese algo puede que no diga casi nada.
Hannah Arendt anunció la “banalidad del mal”, una especie de pérdida de sensibilidad ante las manifestaciones más funestas de la maldad, donde el holocausto resulta un “punto de inflexión”. De aquí que, haciendo una analogía, resulta que en muchos aspectos hemos ido perdiendo cierta sensibilidad ante la verdad. Bertrand Russell recomendaba “apegarnos a la verdad” en todo lo que tenga que ver con nosotros, pase lo que pase, y a pesar de que la verdad resulte inconveniente: ¿qué hemos hecho como sociedad frente a toda manifestación de la verdad, cuando en la mayoría de los casos, mostrarla resulta ser poco trascendente dada la insensibilidad de la que hablábamos líneas arriba, en el caso de la maldad? Hemos aprendido a configurar discursos de verdad representados en términos de denuncia, con lo que paso a paso van adquiriendo su legitimidad, una legitimidad, creo, que en ciertos aspectos puede resultar sospechosa.
Denunciar no es lo mismo que dar información veraz, estar informado no es lo mismo que saber, comunicar no es lo mismo que concientizar… Cada uno de nosotros, en estos medios tecnológicos de la información y la comunicación, creemos haber adquirido una legitimidad por derecho propio, que aparentemente nos coloca como “sujetos de verdad”, sobre todo cuando denunciamos. El problema comienza cuando actuamos como un “sistema de control” donde la entrada es lo mismo que la salida (E=S), donde quizá la “función de transferencia” resulta ser lo más banal que existe, basta con echar un vistazo a los temas, en los que la mayoría de nosotros nos interesamos y comentamos. Entonces, ¿conducimos nuestras acciones y discursos con apego a la verdad, cuando ni siquiera somos capaces de decirnos y de decir la verdad sobre nosotros mismos?
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