Mas…turbaciones mentales. Serie semanal
Por Gilberto Castrejón
Doctor en Filosofía de la Ciencia
Twitter: @gil_castrejon
Hace unos días leía una crítica sobre cómo muchos de nosotros, que pretendemos ser solidarios y conscientes; que somos capaces de ir a apoyar en una marcha o protestar frente a la embajada, las causas de “nuestros hermanos” de Ucrania o Venezuela; y asimismo, difícilmente apoyamos o nos indignamos ante la situación de nuestro propio país… Lo anterior podría sonar a reproche o queja, incluso hasta conlleva cierto tono amarillista, sin embargo, no deja de ser objetivo y cierto, y creo que tiene mucho que ver con nuestra idiosincrasia y las condiciones actuales de nuestra sociedad.
Tomo el caso anterior de pretexto para reflexionar sobre la manera en que nuestra sociedad ha producido individuos que actúan y perciben banalmente.
Cuando uno lleva años tratando de enseñar algo que considera importante a personas que muchas veces no están interesadas, —y lo digo como profesor de nivel universitario y que ha impartido materias de distintas áreas como matemáticas, física, historia, filosofía—, por lo que es importante ir descubriendo distintas estrategias para hacer que los jóvenes se involucren y comprendan la trascendencia de lo que se les está tratando de enseñar, independientemente de si les gusta o no; por ello es que lo más importante, creo, es lograr la autoconsciencia, es decir, que los jóvenes estén conscientes de que están conscientes. Digo, muchos estamos conscientes de muchas cosas, pero creo que dicha consciencia sólo se traducirá en acciones coherentes cuando se adquiera la autoconsciencia, y ésta implica a su vez una constante autocrítica.
Llegados aquí, ¿cómo una sociedad tan contradictoria, en todos sus extractos sociales, puede producir individuos verdaderamente autoconscientes, cuando ni las mismas universidades los producen del todo? Hace varias décadas, todavía en los 80’s del siglo pasado, permanecía en muchos de los jóvenes universitarios un aura socialista, ahora sólo predomina un espíritu materialista, que comanda sus consciencias y acciones, a pesar de que todavía haya muchos “idealistas” que pretenden cambiar el mundo. ¿De aquí el por qué nuestras percepciones sobre la realidad que nos comanda, son banales, y par algo, actuamos banalmente? Siempre lo he dicho: el contexto en el que un individuo crece y se desarrolla puede “amputarle el espíritu”, y convencerlo, por ejemplo, de que: “hay que dejarle a Dios la solución de las cosas”; o de que: “no puede hacerse nada para cambiar las cosas, por eso es mejor actuar como la mayoría”; y acaso que: “yo sólo aprendo cosas que me sirvan, ¿a mí de qué me sirve saber por qué la filosofía, el arte y la cultura ayudan a ser más hombre?, ¿para qué me sirve saber que se ha descubierto una nueva estrella en la constelación de Orión… o que se están logrando nuevos conocimientos sobre el ADN?” Por algo para muchos: “es mejor estudiar una carrera que “deje”, pues el arte y la cultura no sirven de nada, y sólo importa lo que tiene aplicación práctica” … De aquí que: ¡darle “lamiditas” a las cosas es no profundizar en nada!, ¡interesarse sólo por aquello que es “fácilmente digerible” es percibir y actuar banalmente! Todo lo cual es común entre muchos de los individuos de nuestra sociedad, incluyendo a algunos del contexto universitario, y no sólo alumnos, también profesores, éstos últimos suelen enclaustrarse en sus áreas y espacios de desenvolvimiento, olvidándose de cultivar cualquier otra cosa que quede fuera de dichas áreas y espacios.
Hay muchos ejemplos cotidianos de lo banal de nuestras percepciones y acciones: cualquier individuo común asiste a ver una película, sea o no comercial y/o estreno, y a pesar de que le guste, nunca pone atención en quién la dirigió, quién escribió la música o el guion, etc.; la mayoría de los estudiantes universitarios, por ejemplo, sólo leen por encargo, no por gusto, incluyendo las lecturas relacionadas estrechamente con su área de especialidad. ¿Tiene esto que ver con la manera en que son formados los individuos desde el contexto familiar, y complementado con las ideas y realidades a las que se enfrentan, y forman parte de su día a día?, puede que así sea.
Creo que para lograr un pequeño cambio, si es que realmente eso es lo que se desea, se debe comenzar por uno mismo, cosa más obvia quizá no puede haber, pero hay que aclarar que ese cambio debe hacerse desde las entrañas, por algo creo se debe comenzar con la autoconsciencia y la autocrítica, lo cual debe ejercitarse todos los días. Ser mejor persona no implica necesariamente obtener un título universitario u honorario; valer más como persona no es sinónimo de poseer más bienes o saber más, sino aprovechar lo poco o mucho que uno va digiriendo en su día a día, dígase saberes, cultura, consciencia, etc., en pos de formarse y a su vez formar a otros.
¿Cuál es el camino a la autoconsciencia?, puede que nadie tenga la respuesta, sin embargo, creo que de lo que se trata es de emanciparse de lo banal, y eso implica “no darle lamiditas a las cosas” (si me interesa el fútbol o las telenovelas pues debo clavarme a fondo jejeje, no banalmente), implica aprender a profundizar, a ejercer la crítica y las acciones conscientes, no asumir una actitud de corderito, pues ya es suficiente con la abundancia de los “pastores de la buena consciencia” (los cuales, estos últimos, no son sólo de carácter religioso).
PD La dejo aquí porque ya me está comenzando a dar “diarrea cerebral”, pues nada más imagínense lo que sería una “masturbación mental” junto con una “diarrea cerebral” jejeje.
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