Por: Daniel Almazán Jiménez
Twitter: @Daniel1Almazan
De niño recuerdo a mi tío y sus amigos hablar de ismos que empleaban para referirse a una corriente filosófica, literaria o artística, sobre todo cuando era momentánea.
A grandes rasgos el uso de los ismos como tema de platica entre ellos, era para referirse a movimientos de evolución social o experimental y político, principalmente en donde criticaban el statu quo, el poder y las reglas mismas establecidas desde las cúpulas partidistas y gubernamentales.
Mi padre, de extracción campesina que, (como muchos en la década de los 50s, tuvo que migrar a la capital del país con el objetivo de encontrar una mejor calidad de vida), era en esos tiempos mi traductor de aquellas pláticas sobre socialismo, comunismo, maoísmo, trotskismo, estalinismo y cualquier doctrina política o artística basada en el pensamiento de los creadores de dicha ideología a la que hacían referencia en mi casa desde que tengo uso de razón.
Aunque en aquellos tiempos no entendía del todo, recuerdo los olores mezclados del tabaco y la cerveza, así como aquella grabadora gris de casete que a veces enredaba las cintas pero que, con gran habilidad, arreglaban con una simple pluma para volverlas a poner y seguir escuchando a Alfredo Zitarrosa, Silvio Rodríguez, Alí Primera, Pablo Milanés y Violeta Parra entre otros. Recuerdo sus manifiestos y el Uno Más Uno de Manuel Becerra Acosta, así como La Jornada de Carlos Payán.
Recuerdo, que durante sus platicas, familiares desglosaban y analizaban los discursos y escritos de sus amigos y líderes de sus tiempos como Arnoldo Martínez Verdugo, Valentín Campa y Demetrio Vallejo entre otros muchos más formadores de ideas mismas que, hoy en día con un gobierno de izquierda en México, han rescatado de nueva cuenta, por su aportación a la apertura de grandes transformaciones en el país y por haber puesto sobre la mesa, el debate de los principios, de los valores y de la ética política social.
El recuerdo de grandes luchadores sociales vuelve a surgir desde que llegó la llamada Cuarta Transformación al gobierno de México y no es para menos pues, muchos militantes, simpatizantes, ideólogos, legisladores y gobernantes actuales, fueron formados con dichos principios en las cunas ideológicas como lo son la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Politécnico Nacional (IPN) o bien en las calles y fábricas.
Por ello, sin duda alguna uno de los cambios más alegóricos del gobierno de
Andrés Manuel López Obrador, es el nuevo discurso, que, a diferencia de aquellos grandes oradores y formadores de ideas, AMLO no es un buen comunicador y así lo reconocen expertos en la materia en donde una de las debilidades de Obrador es la retórica, pero reconocen que su contenido es sencillo, es decir, él se dirige al público con palabras claras, pausadas pero entendibles por todos y eso lo rescata.
El nuevo discurso político actual, está por encima incluso de los hechos pues recordemos que Morena, ganó gracias a que capitalizó de manera quirúrgica, el hartazgo de la gente mediante promesas y frases que la gente quería y necesitaba escuchar.
El nuevo discurso presidencial, ha sido criticado por muchos, tanto políticos como empresarios quienes han tachado de simplista el contenido del mensaje, pero apelando a la realidad, es un simplismo entendido por todos y, sobre todo, por un sector que no entendía o no le interesaba la política.
El nuevo discurso, contiene valores, principios, ideas, trazos históricos, tintes de rebeldía, imágenes de justicia y desde luego, no podía faltar los pincelazos políticos y muestra de ello, es que, casi todos los discursos de los integrantes de la 4T, hacen referencia al adoctrinamiento de Obrador en el sentido de no robar y no traicionar como valores enseñados.
De igual forma, en los contenidos discursivos, presumen una y otra vez el combate a la corrupción como una convicción y como un principio ideológico; hacen referencia a la historia principalmente de Juárez y Madero a tal grado de que en la estructura retórica son incluidos estos personajes históricos para justificar el grado de rebeldía contra el capital y los grandes monopolios apelando a la frase de “Primero los pobres”.
Frase que, sin duda, tuvo un gran impacto social y electoral porque la mayoría de los mexicanos son pobres o por lo menos, están limitados por su poco poder adquisitivo por lo que, autoridades recientes incluyen la palabra justicia, aunque reconozcamos, es más usada en el papel o en la palabra, que en los hechos.
Independientemente de todo, el nuevo discurso convence porque los ciudadanos ya padecieron la derecha y el centro nunca logró convencer por lo que no les queda más que la izquierda y en ella quieren creer, aunque aún no tengan mayor seguridad en sus calles, mejores carreteras, mayor acceso a productos de primera necesidad o incluso, mayor justicia… en pocas palabras, los mexicanos tienen todas sus esperanzas en la izquierda porque no tienen más a donde irse.
Por ello, basta escuchar un mensaje para que cualquiera pueda identificar a un gobernante o legislador de la Cuarta Transformación porque ellos, siempre van a asegurar que su lucha principal es contra la corrupción y a favor de la igualdad, la justicia y la paz.
Los que pertenecen a la 4T son abiertos y defienden a la comunidad LGBTTTIQ y
no les interesa el dinero, no visten a la moda impuesta por marcas, son austeros, simples, sociables, serviciales, igualitarios y no se inmutan por asistir a grandes eventos vistiendo lo primero que encuentren…
En fin, fuera de la apariencia, la Cuarta Transformación lo que hasta el momento ha concretado, es el posicionamiento del nuevo discurso y, a parte de los mínimos resultados obtenidos, la única percepción que han cambiado en la gente es que existe un nuevo discurso, y esperemos que ya pronto cambien más cosas porque, hasta ahora, pienso que hay voluntad e ideas aprendidas de grandes transformadores de nuestro México.
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